viernes, 13 de noviembre de 2015

La Tierra contra los platillos volantes (1956)

Una vuelta…a los ovnis
“La Tierra contra los platillos volantes” es una película de ciencia ficción dirigida por Fred S. Sears. Es una adaptación bastante libre de la novela de H. G. Wells,  “La guerra de los mundos” de 1898.

El Dr. Rusell Marvin (Hugh Marlowe) y su esposa Carol (Joan Taylor) viajan en un coche rumbo a las instalaciones que tiene el ejército de los EEUU destinadas para el proyecto Skyhook en el que trabajan. El proyecto consiste en el lanzamiento de 12 satélites o “pájaros” que orbitarán alrededor de la Tierra aportando datos sobre la trayectoria de los meteoritos o la radiación solar. De repente, un platillo pasa por encima del coche. A las instalaciones llega poco después el padre de Carol, el general Hanley (Morris Ankrum), diciendo que se han estrellado varios de los cohetes lanzados a los cuáles se les había perdido el rastro. Rusell decide lanzar el último cohete pero esta vez estará equipado con medios de grabación de sonido e imagen para averiguar que está sucediendo. Antes de lanzarlo, la base militar es atacada por un ovni, el general es abducido siendo Rusell y Carol los únicos supervivientes del ataque. Ellos tendrán que evitar que los alienígenas sometan a la humanidad.

 Clásico donde los haya de la serie B de ciencia ficción tan propia de los años 50 e inspiración de muchas otras películas sobre invasiones alienígenas como “Mars Attacks! (1996)” de Tim Burton. Este género empezó a proliferar en plena guerra fría. El miedo norteamericano al ascenso comunista es sustituido en pantalla por el peligro extraterrestre cuya finalidad era la misma, suprimir la libertad y someter a los hombres, en particular a los norteamericanos, a una dictadura que los convierta en máquinas.

Desde mi punto de vista, uno de los principales aciertos son las secuencias iniciales de la película y durante la misma, narradas como si de un noticiario se tratara, le aportar a mí entender cierto carácter documental y verosimilitud. Tengo que apuntar que en los 50 tuvieron lugar una gran cantidad de avistamientos de ovnis que supusieron un tema muy de actualidad en los EEUU –hace unos meses la CIA reconoció que muchos de los avistamientos eran en realidad aviones espía-.

Los efectos especiales, realizados por Ray Harryhausen, están bastante logrados –para el momento en el que se realizó el largometraje, claro, y para el escaso presupuesto con el que contaban, motivo por el cual, posiblemente, realizaron la película en blanco y negro y no en color-. Aun así me hace gracia cuando destruyen algunos edificios emblemáticos de Washington, como el Monumento a Washington, el Capitolio o el edificio de la Corte Suprema. Los edificios son derribados como si fueran de plastilina –se nota demasiado que es una maqueta-. La especie de “rayo de la muerte” también tiene un efecto muy curioso al impactar sobre alguien o algo: aparece una sombra blanca y poco a poco se desvanece el objetivo.


 Lo que resulta nada menos que tronchante es la indumentaria alienígena que les hace andar como si del hombre de hojalata se tratase, con una especie de casco espacial metálico y aplanado.

Totalmente recomendable si te interesa el género de ciencia ficción. Tiene un ritmo rápido, no resulta nada larga –apenas 80 minutos- y es muy entretenida.


Mi valoración (3,5 sobre 5)

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